El porqué del poder de la música


Siempre me ha parecido maravillosa la capacidad que tiene la música para despertar emociones y sentimientos en el ser humano, su facilidad para cambiar en un instante nuestro estado de ánimo y de percepción. Creo que tiene más potencia que otras artes para influir en nosotros. No hay más que pensar en el gran papel que cumple la música en nuestras películas de cine favoritas, o en lo poco que importa la letra en muchas de nuestras más queridas canciones. ¿Imagináis a alguien contemplando extasiado un libro escrito en un idioma que no entiende, tal y como hacemos con algunas canciones?

Aunque sería un tema interesante de discusión para otro momento, considero que los demás animales no pueden apreciar la música como nosotros y que, por consiguiente, no se ven influidos por ella en el mismo grado que nosotros. ¿Cuál es el motivo, pues, de tal poder de la música sobre el animal humano en concreto? Mi opinión es que la intensa relación del ser humano con la música es un subproducto del desarrollo evolutivo de la capacidad del ser humano para captar e interpretar los componentes no semánticos del lenguaje, y de reaccionar emocionalmente ante ellos.

La comunicación humana puede suponerse compuesta por un componente verbal (el lenguaje) y otro no verbal (gestual). El componente verbal puede suponerse, a su vez, formado por un componente semántico (el significado de las palabras), objetivo y evidente, y otro no semántico (tono, timbre, volumen, ritmo, cadencia, pausas, etc.), mucho más sutil.

La tesis que defiendo es que en el curso de la evolución del lenguaje en el ser humano, éste ha tenido que desarrollar paralelamente la capacidad de captar e interpretar esos sutiles elementos no semánticos, y de reaccionar ante ellos. Sobre todo cuando dichos elementos pueden suponer la clave para detectar si el que nos está hablando miente o no. Porque los elementos semánticos del lenguaje, las palabras, se pueden escoger arbitrariamente según los intereses del que habla. Y esos intereses en un momento dado pueden inducir a mentir. Los elementos no semánticos, en cambio, dependen más directamente de los factores fisiológicos y emocionales, y menos de las decisiones conscientes y voluntarias. Uno puede estar muerto de miedo y articular las palabras 'no tengo miedo'. Lo que no podrá hacer tan fácilmente es decirlas sin emplear un tono agudo y tembloroso. Es por ello que debe ser altamente adaptativo el desarrollar una buena capacidad para captar el componente no semántico del lenguaje hablado.

Si aceptamos esto, parece lógico pensar que cuando esta hiper-desarrollada capacidad de detectar y reaccionar ante pequeños y sutiles cambios en los tonos, los volumenes, los ritmos, las cadencias y las pausas del lenguaje hablado se ve enfrentada a la enorme variación e intensidad de dichos elementos que existe en la música, el resultado sea una explosión en la intensidad de las emociones producidas. Es algo así como si a un animal que ha desarrollado un olfato capaz de detectar pequeñísimas cantidades de azúcar en los frutos silvestres porque su supervivencia depende de ser capaz de encontrarlos, se le ofreciera de repente un pastel de chocolate, cubierto de mermelada de frutas diversas, con adornos de nata batida y coronado con caramelo líquido. Me lo imagino comiéndoselo con los ojos saliéndose de las órbitas, extasiado, y al borde del colapso emocional. ¿No es eso lo que ocurre con algunas canciones?


No hay comentarios:

Publicar un comentario