Algunas personas que van a los conciertos
parece que se esfuercen en ser los primeros en aplaudir
y vitorear al intérprete al terminar una pieza.
Es como si quisieran apropiarse
de esa pequeña ventana de silencio y atención
que se produce entre el final de la obra
y el romper del aplauso general.
Uno diria que lo hacen para hacerse notar.
Pero tal vez se trate simplemente
de un intento, quizás inconsciente,
de individualizar ese reconocimiento
al interprete y al compositor
que supone el aplauso.
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